Anime un espacio para ti
lunes, 4 de agosto de 2014
jueves, 31 de julio de 2014
El carruaje de la muerte
El Carruaje de la Muerte
Después de un largo y arduo día
de trabajo en el campo, Mario se dirigía a su casa en la ciudad. Ya
casi anochecía y caminaba de prisa. Poco antes de llegar a su casa escuchó
el sonido de un carruaje muy cerca, lo que era muy normal en aquella época,
pero este sonido era diferente, sintió mucho temor. Corrió y decidió esconderse
en el parque, detrás de los árboles.
El sonido del carruaje se
escuchaba cada vez más cerca, pero a la vez daba la impresión de que nunca
llegaba y la espera se hacía interminable.
Sin darse cuenta, Mario pasó la
noche en el parque. De repente, despertó por el frío que sintió y recordó lo
ocurrido la noche anterior y en ese momento pensó que temerle a un carruaje
había sido algo absurdo. Se levantó y fue a su casa.
Los días pasaron y Mario no podía
olvidar lo ocurrido, así que decidió contárselo a un amigo.
Al escucharlo el amigo también le
compartió lo que contaba la gente al respecto. “Dicen que por las noches se
escuchaba a un carruaje ir a toda velocidad y que iba recogiendo a la gente que
moría, era conocido como El Carruaje de la Muerte”. Al finalizar el
relato añadió: “Posiblemente todo esto es un invento de la gente, no hay que
hacer caso”.
Mario no se quedó tranquilo y
junto con su amigo decidieron esperar esa noche, al carruaje y así confirmar si
los rumores eran ciertos.
Se encontraban en parque bajo la
noche fría y solitaria cuando comenzaron a escuchar el sonido de un carruaje.
Poco a poco pudieron verlo, cada vez más cerca. Y en efecto, se trataba de un
carruaje negro, tirado por caballos negros y con un conductor vestido
completamente de negro.
Igual que la primera vez, el
carruaje tardaba en llegar hasta donde ellos se encontraban.
Cuando por fin el carruaje estaba
frente a ellos, el conductor los observo fijamente y ambos hombres se
desmayaron. A la mañana siguiente, despertaron de frío y desde entonces, tanto
Mario como su amigo, se esconden donde pueden cada vez que escuchan el sonido
de un carruaje, sobre todo por las noches.
Animas Benditas
Las Animas Benditas
Después de un largo y arduo día de trabajo en el campo,
Mario se dirigía a su casa en la ciudad. Ya casi anochecía y caminaba de
prisa. Poco antes de llegar a su casa escuchó el sonido de un carruaje muy
cerca, lo que era muy normal en aquella época, pero este sonido era diferente,
sintió mucho temor. Corrió y decidió esconderse en el parque, detrás de los
árboles.
El sonido del carruaje se escuchaba cada vez más cerca, pero
a la vez daba la impresión de que nunca llegaba y la espera se hacía
interminable.
Sin darse cuenta, Mario pasó la noche en el parque. De
repente, despertó por el frío que sintió y recordó lo ocurrido la noche
anterior y en ese momento pensó que temerle a un carruaje había sido algo
absurdo. Se levantó y fue a su casa.
Los días pasaron y Mario no podía olvidar lo ocurrido,
así que decidió contárselo a un amigo.
Al escucharlo el amigo también le compartió lo que contaba
la gente al respecto. “Dicen que por las noches se escuchaba a un carruaje ir a
toda velocidad y que iba recogiendo a la gente que moría, era conocido
como El Carruaje de la Muerte”. Al finalizar el relato añadió:
“Posiblemente todo esto es un invento de la gente, no hay que hacer caso”.
Mario no se quedó tranquilo y junto con su amigo decidieron
esperar esa noche, al carruaje y así confirmar si los rumores eran ciertos.
Se encontraban en parque bajo la noche fría y solitaria
cuando comenzaron a escuchar el sonido de un carruaje. Poco a poco pudieron
verlo, cada vez más cerca. Y en efecto, se trataba de un carruaje negro, tirado
por caballos negros y con un conductor vestido completamente de negro.
Igual que la primera vez, el carruaje tardaba en llegar
hasta donde ellos se encontraban.
Cuando por fin el carruaje estaba frente a ellos, el
conductor los observo fijamente y ambos hombres se desmayaron. A la mañana
siguiente, despertaron de frío y desde entonces, tanto Mario como su amigo, se
esconden donde pueden cada vez que escuchan el sonido de un carruaje, sobre
todo por las noches.
El cadejo
El Cadejo
Se dice que es un espíritu bueno, que es por ese motivo que
protege a las personas que acompaña. "Es un guardián que permanentemente protege
al hombre".
Don Sergio, un señor de 79 años, del barrio el Calvario de
León, dice que salió el cadejo a la media noche, después de salir de echarse
unos buenos tragos de cususa.
Del barrio de Guadalupe se escuchan más testimonios sobre
este misterioso animal. Doña Mariíta una anciana de 93 años nos cuenta que, el
cadejo es un animal que no a toda persona le sale y que protege a los
caminantes nocturnos, y les digo esto, porque a mi papa el cadejo le salió y a
mi hermano nunca, y los dos trasnochaban. Mi papa no tenía ningún vicio, pero
le gustaba jugar billar, una noche venía sobre la calle de Guadalupe del biliar
a la casa de mi mama, sintió que un perro le venía siguiendo los pasos. El
perro venía tras él y entonces él se voltea y le dice: "Vallase este
animal jodido que me anda siguiendo, oliéndome los pasos". El lo espantaba
todo el tiempo, pero al llegar a casa el pero desaparecía y el misterioso
animal a donde él iba lo acompañaba. Nunca le hizo algo mal a mi papa".
Doña Argentina Barcia, una madre de origen campesino nos
relata que a su papa también le salió el Cadejo: "Mi papa trabajaba
haciendo compras de ganado y cerdo, por eso andaba por todos los caminos y el
cadejo blanco siempre lo acompañaba. Un día le dijo a mi mama: "Miró,
mañana tengo que madrugar, tengo que ir a ver un ganado. Así fue, pero al salir
de casa unos ladrones lo estaban esperando y lo mataron, después lo metieron a
un fango de lodo. El animal no se sabe qué fin tendría, no se sabe si el animal
lo defendió, pero la cosa es que nosotros supimos la muerte de él por un perro.
El pero llegó a la casa y le olía las patas enlodadas. A mi mama la olía y ella
preguntaba: ¿por qué este animal me huele los pies? Y el perro seguía
insistiendo, por fin mi mama le agarró la seña al perro de que la quería llevar
a algún lugar. Mi mama entonces siguió al perro, el perro caminaba y ella lo
seguía hasta que llegó a una zanja lodosa puro fango y ahí encontró el cuerpo
de mi papa. Así nos dimos cuenta de su muerte. Cuando mi mama buscó al perro,
este va había desaparecido.
Dicen que existen dos cadejos, uno bueno y otro malo. Cuando
el perro blanco olfatea al perro negro lo ataca para proteger al que acompaña.
En la vida nos acompaña el bien es el blanco y el mal que es
el negro.
La llorona
La Llorona
En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y
sólo se escuchan los gritos rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de
sus animales, dicen los campesinos que allá, por el río, alejándose y
acercándose con intervalos, deteniéndose en los frescos remansos que sirven de
aguada a los bueyes y caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la
atención de los viajeros.
Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las márgenes
del río buscando algo, algo que ha perdido y que no hallará jamás. Atemoriza a
los chicuelos que han oído, contada por los labios marchitos de la abuela, la
historia enternecedora de aquella mujer que vive en los potreros,
interrumpiendo el silencio de la noche con su gemido eterno.
Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado
en medio de la tranquilidad escuchando con agrado los pajarillos que se
columpiaban alegres en las ramas de los higuerones. Abandonaba su lecho cuando
el canto del gallo anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer agua
con sus tinajas de barro, despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en
el camino.
Era feliz amando la naturaleza; pero una vez que llegó a la
hacienda de la familia del patrón en la época de verano, la hermosa campesina
pudo observar el lujo y la coquetería de las señoritas que venían de San José.
Hizo la comparación entre los encantos de aquellas mujeres y los suyos; vio que
su cuerpo era tan cimbreante como el de ellas, que poseían una bonita cara, una
sonrisa trastornadora, y se dedicó a imitarías.
Como era hacendosa, la patrona la tomó a su servicio y la
trajo a la capital donde, al poco tiempo, fue corrompida por sus compañeras y
los grandes vicios que se tienen en las capitales, y el grado de libertinaje en
el que son absorbidas por las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos
que en los salones se dan tono con su cultura y que, con frecuencia, amanecen
completamente ebrios en las casas de tolerancia. Cuando sintió que iba a ser
madre, se retiró “de la capital y volvió a la casa paterna. A escondidas de su
familia dio a luz a una preciosa niñita que arrojó enseguida al sitio en donde
el río era más profundo, en un momento de incapacidad y temor a enfrentar a un
padre o una sociedad que actuó de esa forma. Después se volvió loca y, según
los campesinos, el arrepentimiento la hace vagar ahora por las orillas de los
riachuelos buscando siempre el cadáver de su hija que no volverá a encontrar.
Esta triste leyenda que, día a día la vemos con más
frecuencia que ayer, debido al crecimiento de la sociedad, de que ya no son los
ríos, sino las letrinas y tanques sépticos donde el respeto por la vida ha
pasado a otro plano, nos lleva a pensar que estamos obligados a educar más a
nuestros hijos e hijas, para evitar lamentarnos y ser más consecuentes con lo
que nos rodea. De entonces acá, oye el viajero a la orilla de los ríos, cuando
en callada noche atraviesa el bosque, aves quejumbrosos, desgarradores y
terribles que paralizan la sangre. Es la Llorona que busca a su hija…
El Sombreron
El Sombrerón
Un día, como a las seis de la tarde, aparecieron en la
esquina de la casa de Celina cuatro mulas amarradas. Pasaron por allí dos
vecinas y una de ellas dijo: "¡Qué raro! ¿No serán las mulas del
sombrerón?". "¡Dios nos libre!" dijo la otra, y salieron
corriendo.
A esa hora, Celina comenzaba a dormirse porque ya se sentía
muy cansada. Entonces comenzó a oir una música muy bonita y una voz muy dulce
que decía: "eres palomita blanca como la flor de limón, sino me das tu
palabra me moriré de pasión"
Desde ese día, todas las noches, Celina esperaba con alegría
esa música que sólo ella escuchaba. Un día no aguantó la curiosidad y se asomó
a la ventana y cual siendo la sorpresa, ver a un hombrecillo que calzaba
botitas de piel muy brillante con espuelas de oro, que cantaba y bailaba con su
guitarra de plata, frente a su ventana.
Desde entonces, Celina no dejó de pensar en aquel hombrecito. Ya no comía, sólo
vivía esperando en momento de volverlo a escuchar. Ese hombresito la había
embrujado.
Al darse cuenta los vecinos, aconsejaron a los padres de
Celina que la llevaran a un convento para poderla salvar, porque ese hombrecito
era el "puritito duende". Entonces Celina, fue llevada al convento
donde cada día seguía más triste, extrañando las canciones y esa bonita música.
Mientras tanto el hombrecito se volvía loco, buscándola por todas partes.
Por fín la bella Celina no soportó la tristeza y murió el día de Santa
Cecilisa. Su cuerpo fue llevado a la casa para velarlo. De repente se escuchó
un llanto muy triste. Era el sombrerón, que con gran dolor llagaba a cantarle a
su amada: "ay...ay... mañana cuando te vayas voy a salir al camino para
llevarte el pañuelo de lágrimas y suspiros"
Los que vieron al sombrerón cuentan que gruesas lágrimas rodaban mientras cantaba:
"estoy al mal tan hecho que desde aquí mi amor perdí, que el mal me parece
bien y el bien es mal para mí". Toda la gente lloraba al ver su
sufrimiento. Y cuentan que para el día de Santa Cecilia, siempre se ven las
cuatro mulas cerca de la tumba de Celina y se escucha un dulce canto:
"corazón de palo santo ramo de limón florido ¿por qué dejas en el olvido a
quien te quiera tanto?"
Y es que se cuenta que el sombrerón nunca olvida a las mujeres que ha querido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)